La vida son ciclos. Solo hace falta contemplar el tiempo a través de una ventana para observar cómo al árbol que se despidió de sus hojas en invierno comienza a vestirse con nuevos brotes cuando el frío queda atrás y regresa la primavera.
La vida son ciclos. En ocasiones tan perfectos como son los del agua. Una gota está en constante movimiento a través de la Tierra, cambiando continuamente, a líquido, a vapor, a hielo. Siempre transformándose, siempre volviendo al origen. Es cíclica como el tiempo, donde 60 minuto siempre hacen una hora. Cíclica como la naturaleza, con esa capacidad prodigiosa de regenerarse, adaptarse y continuar en nuevas condiciones. ¿Y si fuéramos capaces de emularla?
Los seres humanos somos los únicos habitantes del planeta que generamos residuos. Solo en Europa, cada ciudadano produce más de 620 kilos de basura al año. Nuestro sistema económico, basado en comprar, usar y desechar, supone la generación de la mitad de los impactos climáticos. Son la consecuencia de la economía lineal.
Es el momento de actuar. De coger las riendas de nuestro mundo y apostar por lo circular en la gestión de los recursos que nos proporciona la Tierra. De abandonar la finitud de lo lineal.